El objetivo principal del inversor es la obtención de una renta estable
que aumente a ritmos superiores a la inflación para ganar poder
adquisitivo. Este tipo de inversión es bastante parecida a la de
inversión de valor pero ambas tienen sus diferencias.
Ambos estilos de inversión estudian el balance y la cuenta de resultados
de las empresas y buscan comprar empresas cuyo precio esté por debajo
de su valor.
Una de las diferencias es que la inversión de valor da preferencia al
balance y la obtención de rentas da preferencia a la cuenta de
resultados. Es decir, la inversión de valor se fija más en el valor
presente de la empresa y la obtención de rentas se centra más en la
capacidad de esa empresa para aumentar su beneficio por acción (BPA) y
su dividendo en el futuro. Esto no quiere decir que la obtención de
rentas no tenga en consideración el valor presente de la empresa ni que
la inversión de valor ignore la capacidad de la empresa de incrementar
sus beneficios y dividendos en el futuro.
Otra de las diferencias, derivada de la anterior, es que la inversión de
valor tiene como objetivo principal la revalorización del capital,
mientras que la obtención de rentas tiene como objetivo principal el
aumento de dicha renta con la mayor solidez y estabilidad posible. Por
descontado que la inversión de valor cree preferible que las rentas
aumenten a que no lo hagan y que la obtención de rentas desea que su
capital se revalorice, pero lo que en uno de los estilos es el objetivo
principal en el otro es el objetivo secundario, y viceversa.
La inversión de valor puede invertir en empresas que no repartan
dividendo. La obtención de rentas, por razones obvias, siempre busca
empresas que repartan dividendo. El aumento de los beneficios y
dividendos de una empresa por un lado y el aumento de la cotización de
sus acciones por el otro van de la mano en el muy largo plazo, pero no
siempre lo hacen en el corto y medio plazo. Si una empresa aumenta sus
beneficios y dividendos año tras año la cotización lo acabará reflejando
antes o después, aunque a veces tarde años en hacerlo.
En la obtención de rentas no hay que mirar sólo al pasado de la empresa,
sino que también hay que valorar la capacidad que tiene dicha empresa
para continuar aumentando sus beneficios y dividendos en el futuro. Una
empresa con una rentabilidad por dividendo muy alta en el presente pero
con unas perspectivas poco claras sobre su futuro no es apta para este
tipo de inversión.
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